Cuando John Howard Griffin se convirtió en hombre negro

Rubén, 28 septiembre 2022

Un día de 1964, John Howard Griffin, un periodista y novelista tejano de 44 años, estaba parado al lado de la carretera en Mississippi con una rueda pinchada. Vio que un grupo de hombres se acercaba a él. Griffin pensó que los hombres se dirigían a socorrerle, pero en lugar de ello le arrastraron fuera de su coche y procedieron a golpearle violentamente con cadenas antes de dejarlo por muerto. Griffin tardó cinco meses en recuperarse de la agresión.

El ataque no fue aleatorio; la paliza representó una forma particularmente brutal de crítica literaria: Griffin fue castigado por haber escrito un libro. Black Like Me, el libro en cuestión se había publicado tres años antes, en noviembre de 1961, y había llevado a su autor a ser venerado y odiado a la vez.

Griffin, un hombre blanco de pelo castaño, se oscureció deliberadamente la piel y pasó seis semanas viajando por los estados sureños de Estados Unidos, duramente segregados, visitando ciudades que conocía íntimamente, bajo la apariencia de un hombre negro. Él quería saber “¿cómo es experimentar la discriminación basada en el color de la piel, algo sobre lo que uno no tiene control?”. Ningún hombre blanco podría, razonaba, entender realmente lo que era ser negro: “La única forma que veía para salvar la brecha entre nosotros era convertirme en negro”.

Griffin visitó a un dermatólogo que le recetó la medicación que se suele dar a las víctimas del vitíligo (una enfermedad que provoca la aparición de manchas blancas en la piel del paciente) y complementó la medicación con sesiones bajo una lámpara solar, afeitándose el pelo y oscureciéndose la piel con una crema. Asombrado por lo poco que reconoce de sí mismo frente al espejo, Griffin emprendió su viaje… Pero lo que le sorprendería aún más fue lo poco que reconoció a su propio país.

El hombre que le limpia los zapatos todos los días no le reconoce, los restaurantes en los que suele comer ya no están abiertos para él, y tiene que planificar con antelación si quiere usar el baño o beber de una fuente de agua.

Los blancos le tratan con extravagante cortesía -cuando quieren algo de él- o le dirigen “la mirada de odio” en otras. “Nada puede describir el horror fulminante de esto”, escribe, “te sientes perdido, enfermo del corazón ante un odio tan desenmascarado, no tanto porque te amenace como porque muestra a los humanos bajo una luz tan inhumana. Ves una especie de locura, algo tan obsceno que la propia obscenidad te aterroriza.

Estar expuesto a la mirada de odio, ser testigo del racismo desde el otro lado, deja a Griffin triste y enfadado; se aflige al ver cómo “mi propia gente puede dar la mirada de odio, puede marchitar las almas de los hombres, puede privar a los humanos de los derechos que conceden sin vacilar a sus animales”. Concluye que “el negro es tratado ni siquiera como un ciudadano de segunda clase, sino como uno de décima”.

La indignación de Griffin ante esta injusticia tiene sus raíces en su propia vida. Estaba estudiando en Francia cuando estalló la segunda guerra mundial y se unió a la resistencia francesa, ayudando a pasar de contrabando a niños judíos a Gran Bretaña. Al ser testigo de las consecuencias del racismo contra los judíos, se sensibilizó con la situación de los negros en Estados Unidos. Griffin había quedado temporalmente ciego durante la guerra tras recibir un impacto de metralla. Recuperó la vista dos años antes de embarcarse en el viaje que describe en Black Like Me, y el libro puede leerse como una reacción a las lecciones que aprendió mientras no veía. “El ciego”, escribiría más tarde, “sólo puede ver el corazón y la inteligencia de un hombre, y nada en estas cosas indica en lo más mínimo si un hombre es blanco o negro”.

Black Like Me fue el esfuerzo de Griffin por persuadir a Estados Unidos de que abriera los ojos. Los primeros extractos del libro fueron publicados por la revista Sepia, e inmediatamente se encontró con una atención hostil. Recibió amenazas de muerte y se colgó una efigie suya en Dallas, su ciudad natal, por lo que Griffin y su familia se exiliaron a México, donde siguió trabajando en el libro. Cuando se publicó, recorrió el país dando conferencias sobre sus experiencias; Black Like Me se tradujo a 14 idiomas, se vendieron más de 10 millones de copias, se adaptó en una película y se sigue enseñando en escuelas y universidades de todo Estados Unidos.

Hoy en día, la idea de que un hombre blanco se oscurezca la piel para hablar en nombre de los negros parece para algunos cómica o incluso ofensiva. También hay críticas sobre la prosa de Griffin y sus licencias literarias; sobre cómo es que un hombre blanco de 39 años puede hacerse pasar por negro simplemente oscureciendo su piel y afeitándose el pelo ¿nadie se fijó en sus rasgos caucásicos? También llama la atención la seguridad con la que Griffin parece ser capaz de habitar la mentalidad negra y hablar en nombre de todos los hombres negros, a los pocos días, al parecer, de iniciar su viaje.

A pesar de estos recelos, Black Like Me sigue siendo para muchos un registro brutal de las indignidades sufridas por los negros en la América segregada; también es un recordatorio de cómo, en algunos aspectos, las cosas han progresado. Sin embargo, la razón principal por la que Black Like Me sigue siendo actual es porque su verdadero tema no es la raza, sino la humanidad.

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